Ayer mismo tuve la oportunidad de visualizar una presentación en la que se expone el diorama realizado por David López sobre la "huida a Egipto de la Sagrada Familia", dentro del ciclo escenográfico del "belén" y que difundía Totana.com, medio de comunicación al que reconocemos la acogida con que transmite las reflexiones de los hombres y mujeres de nuestra tierra.
Conozco la trayectoria de López Ruiz, admiro su capacidad innovadora y artística, su radiante vitalidad y su fecunda diligencia, fundamentadas en la constancia, la investigación y la superación de retos, a la vez que siento una intensa gratitud por su quehacer. A la par, he de resaltar la lucidez de sus aportaciones gráficas y literarias, enriqueciendo Cuadernos de La Santa. Emana todo ello de una actitud de total disponibilidad en ofrecer lo mejor de sí en favor de la cultura y lo sublime, pero también en una clara aspiración a alentar las emociones, a mover el corazón, ofrendando cauces para el crecimiento espiritual y el deleite en lo estético. Con ese bagaje, en la seguridad de que visitar su trabajo sería un momento para saborear su magnificencia, me encaminé al local en donde David tiene instalado este testimonio, en una sala de la calle Matilde Casinello 2, frente al Recinto Ferial.
Reconfortado por la calidez del encuentro pude disfrutar de una escena sorprendente por la apostura del entorno en el que su genio la sitúa, por la precisión de la atmósfera que la envuelve y por el realismo del espacio geográfico en que se desarrolla, en el que se cuida hasta el más mínimo detalle. Descubrí una lección viva de un hábitat familiar, de un relieve próximo que identificamos y tenemos interiorizado. En él, multitud de elementos nos hablan de un ecosistema que su autor ama, conoce y valora, con un cromatismo, una vegetación, fauna e infraestructuras que identifican el encuadre del acontecimiento, enmarcado por el grandioso referente de Sierra Espuña, en donde además los sonidos de la naturaleza acompañan cada uno de los ciclos del día y la noche que se generan con un acompasado ritmo lumínico. Merece la pena impregnarse con la ternura que proclaman los protagonistas del pasaje, estructurado con imágenes forjadas por David López, con otras del belenista jerezano Joaquín Pérez, al igual que en la recreación de la arquitectura que las acompaña, plena de la fuerza de una veracidad que seduce, de una mirada que cautiva, de un bien hacer que eleva el pensamiento e invita a dar gracias por la entrega, la dedicación y el esfuerzo de tantos seres humanos que irradian esperanza en una apasionada apuesta por lo noble. En esa esfera se encuadra David, al que hemos de agradecer y reconocer, aunque trasladándole mi pesar por no haber estado atento a la apertura de esta iniciativa que comenzaba su andadura en los días pasados, el extraordinario regalo que este tiempo navideño ha hecho a Totana, a una tierra en la que ha forjado su sensibilidad que se glorifica con su persona y dignidad, con su labor y profesionalidad.
Una invitación a personarse en el lugar, a entablar un diálogo con esta sugerente propuesta.
Juan Cánovas Mulero